Saúl, ¿era tu hijo? (Saul fia)

El hijo de Saúl es una película rompedora, embarcarse en un proyecto de largometraje centrado en una historia que sucede en un campo de exterminio del siglo XX es siempre una tarea difícil. Sin tener en cuenta los valores de producción, tienes que ofrecer al espectador un punto de vista sobre el holocausto que apela directamente a las emociones más profundas que puede tener una persona, se te remueven las tripas. Muchas han sido las formas de hacer ver al espectador esa cruda realidad del siglo pasado, pero ninguna como la que nos muestra László Nemes en esta película. La gran diferencia que supone esta película frente a sus predecesoras en el tema del que trata es la profundidad de campo y el plano secuencia.

    Salvo en excepciones contadas, durante la película únicamente vemos a Saúl, un prisionero judío perteneciente a un ‘Sonderkommando’ encargado de deshacerse de los cuerpos muertos de las cámaras de gas. El fondo se difumina, no vemos el horror que esconde el campo, solo a veces y en formas poco definidas. El plano secuencia hace que no nos despeguemos de la cara de Saúl, contemplamos continuamente su semblante. Por ello debemos darle un reconocimiento especial a Géza Röhrig, puesto que durante todo el largometraje clava la inexpresividad facial de la que nos habla verídicamente Viktor Frankl en El hombre en busca del sentido.

    Si se le puede sacar puntilla a algún tema es a los acontecimientos que narra la película, en mi opinión un tanto inverosímiles en ocasiones. No sabemos si el niño muerto que reconoce Saúl como su hijo lo es realmente o no, el problema viene cuando un judío consigue remover cielo y tierra dentro de un campo de exterminio nazi para intentar enterrar a ese niño. En mi opinión, el guion no justifica lo necesario el hecho de que a Saúl no le metan un tiro en cualquiera de sus escapadas con otros grupos de trabajo diferente al suyo, o rescatando a otro judío que iba a morir. Creo que a la historia le falta un ápice de verosimilitud en ese aspecto.

    En cualquier caso, es una película que te atrapa desde el primer momento, la mirada inexpresiva de Saúl se te clava en la retina y te hace partícipe de la angustia que está viviendo a través de su odisea por intentar enterrar a aquel niño que se encuentra al principio del largometraje.

    Os dejo un tráiler para que os entre todavía más el gusanillo por verla.




 

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